La Junta de Andalucía ha iniciado los trabajos de
localización y delimitación de las fosas comunes del barranco de Víznar
(Granada), donde se cree que puede estar enterrado el poeta Federico
García Lorca junto a un número de víctimas que oscila entre los 1.000 y
los 2.500 republicanos.
ALEJANDRO TORRÚS
Madrid
30/06/2013 08:00
Actualizado: 30/06/2013 11:37
Enterradores del barranco de Víznar. Libro 'Lorca, el último paseo'.
Nadie sabe dónde está Federico García Lorca. Cuando en 2009
la Junta de Andalucía dio por finalizada la búsqueda de sus restos
mortales sin éxito, la historiadora Maribel Bremes, presidenta en aquel
momento de la La Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria
Histórica, comenzó a creer que el cuerpo de Lorca habría sido exhumado
por su familia poco después de ser fusilado. En el campo de Alfacar
(Granada) no había ni rastro del poeta.
Lorca, sin embargo, nunca estuvo solo bajo la tierra granadina.
Además de sus dos compañeros de fosa, en el barranco situado entre
Víznar y Alfacar reposan los restos mortales de entre 1.000 y 2.500
republicanos asesinados durante la Guerra Civil y posterior represión
franquista, según las distintas fuentes consultadas.
Es la
búsqueda de estas víctimas, que pagaron con su propia vida la defensa de
un orden social más justo y "la reparación de su memoria", la que ha
motivado el proyecto de la Junta de Andalucía de localización y
delimitación de las fosas comunes del barranco de Víznar, paso previo
imprescindible para su posterior exhumación aunque esta fase no está
contemplada actualmente. Los trabajos, que arrancaron el 18 de junio y
tendrán una duración de alrededor de dos meses y medio,
se centrarán en un área de unos 10.000 metros cuadrados, donde, por los testimonios escritos y orales que constan, podrían encontrarse un total de doce enterramientos ilegales.
"Se
trata de ejercer el derecho a la verdad. Queremos avanzar en el
conocimiento exacto del número de represaliados y sus nombres"
"Se
trata de ejercer el derecho a la verdad. Queremos avanzar en el
conocimiento exacto del número de represaliados y sus nombres, pero
también queremos situar este espacio en un lugar central de la memoria
colectiva del pueblo andaluz y que todo el mundo pueda conocer lo que
sucedió en su tierra en aquellos años", explica a Público Luis Naranjo,
director general de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía.
Una
de las miles de víctimas que podría encontrarse en el barranco es
Blanca Lozano Villaverde, mujer del último alcalde republicano de
Lanjarón, Francisco Gálvez Peralta. Cuando el 20 de julio de 1936, la
ciudad de Granada cayó en manos del bando franquista los asesinatos
descontrolados se sucedieron durante los últimos días de julio y las
primeras semanas de agosto. El mismo día 22, escuadras negras y
voluntarios comenzaron a llevar a
líderes republicanos, sindicales y agrarios y a diferentes personalidades del mundo de la cultura al barranco de Víznar y a la tapia del cementerio de Granada para proceder a su ejecución.
"El
golpe en Granada triunfó sólo en la ciudad, que quedó rodeada por
fuerzas republicanas, de manera que la represión fue brutal. Hay pruebas
documentales de que los sublevados dejaban cadáveres en las entradas a
la ciudad a modo de escarmiento", explica a Público la historiadora de
la Universidad de Granada Maribel Brenes.
Operada y fusilada
En
estos primeros días de represión descontrolada, el alcalde de Lanjarón y
su hijo mayor fueron fusilados frente a la tapia del cementerio de
Granada. Su mujer, Blanca Lozano, fue encarcelada. Con problemas graves
de salud, Blanca fue operada de urgencia de la matriz durante su
estancia en la prisión. Paradójicamente, la operación consiguió salvar
su vida, pero apenas unos meses después la mujer fue fusilada y su
cuerpo fue lanzado a una fosa común en el barranco de Víznar, según cree
la familia. Francisco Luis, nieto del hermano de Blanca, relata a
Público la historia de su familia.
"Mi tía-abuela y su marido,
Francisco, tuvieron tres hijos. El mayor fue fusilado junto a su padre y
el mediano, César, fue apuñalado en plena calle por vecinos que
apoyaban el golpe de Estado de Franco a plena luz del día. El único al
que dejaron vivir fue al pequeño que tendría seis o siete años y era
sordomudo", relata Francisco Luis, que añade un dato más que da cuenta
de la brutalidad sufrida por su familia: "Después buscaron al padre de
Blanca, mi bisabuelo, y a un hermano suyo, mi abuelo. Cuando se llevaron
a mi abuelo, mi abuela estaba embarazada de mi madre, que nació dos
meses después de que asesinaran a su padre".
La represión en la
provincia de Granada, señala la historiadora Maribel Brenes, siguió un
plan premeditado de eliminación sistemática de las fuerzas políticas y
sindicales republicanas. "Tras los primeros días de asesinatos
descontrolados, a mediados de agosto de 1936 la represión comienza a
organizarse y se utilizan las listas de los cuerpos de investigación y
vigilancia del orden público para depurar físicamente a los cabecillas y
participantes de las huelgas habidas durante la República y del intento
de revolución de 1934", asegura la historiadora.
Enterrada junto a su marido
Los
fusilamientos, no obstante, no terminaron con la guerra. El asesor del
director general de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía, Juan
Francisco Arenales, asegura que los fusilamientos extrajudiciales se
siguen produciendo hasta la década de los 50 siendo el barranco de
Víznar el lugar escogido para enterrar los cuerpos. La elección de este
lugar resultó de dos motivos:
el barranco quedó situado en la retaguardia del bando franquista y había pozos que se habían construido durante la República que fueron reutilizados como fosas comunes.
"Hay quien dice que eso es reabrir heridas, pero ese discurso suele venir de gente de ideología franquista"
Setenta
y siete años después del inicio de la masacre, los familiares de las
víctimas que permanecen bajo la dura tierra granadina, como Francisco
Luis, esperan que estas fosas puedan ser, por fin, localizadas y
exhumadas. Para ellos, el proyecto emprendido por la Junta de Andalucía
supone mucho más que un acto de verdad. Es una oportunidad para
asegurarse el descanso eterno de sus familiares junto a sus seres más
queridos.
"Yo lo único que quiero es que mi tía-abuela pueda
descansar eternamente al lado de su marido y mi abuelo pueda estar junto
a mi abuela. Hay quien dice que eso es reabrir heridas, pero
casualmente ese discurso suele venir de gente de ideología franquista,
aunque no lo reconozcan abiertamente", sentencia Francisco Luis.