lunes, 31 de enero de 2011
Medio pan y un libro.
Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.
"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
miércoles, 26 de enero de 2011
De un García Lorca desconocido
Dos investigadores publican 'Federico García Lorca y Uruguay (pasajes, homenajes, polémicas)', un libro en torno a la visita del poeta al país latinoamericano y todas las anécdotas en las que fue el centro de atención
Jesús Arias/granada | Actualizado 25.01.2011 - 05:00
1. Madrid, comienzos de los años 20. Ante la puerta de un café se hacen una foto el pintor Rafael Barradas y Federico García Lorca, que están sentado. Por detrás de ellos aparecen Benjamín Jarnés, Huberto Pérez de la Osa y Luis Buñuel 2. Homenaje a Rafael Barradas en el cementerio de Montevideo. En él están presentes, entre otros, Julio José Casal, Sarah Bollo, Enrique Díez-Canedo, José Mora Guarnido, Antonio Ignacio Barradas, García Lorca o Emilio Oribe. 3. Febrero de 1934. Federico se encuentra acompañado por Enrique Amorim y otros amigos 4. Lorca, feliz, saluda a la cámara en una residencia de Montevideo.
En 1934, animado por los ecos del éxito de sus obras que desde allí llegaban hasta España, Federico García Lorca decidió tomar un barco y viajar hasta Uruguay, en donde fue recibido con todo tipo de agasajos y honores. El poeta granadino descubrió entonces las dimensiones internacionales de su obra y la repercusión que tenían, tanto como él, al otro lado del Atlántico. Fue un viaje sobre el que se ha pasado de puntillas en las biografías de Lorca, pero que marcó profundamente al poeta. Ahora, dos investigadores uruguayos, Pablo Rocca y Eduardo Roland, han decidido seguir los pasos del granadino y publicar el libro Federico García Lorca y Uruguay (Pasajes, homenajes, polémicas) (editorial Alcalá), que revela algunos de los elementos más desconocidos de la estancia del poeta.
La idea de escribir el poema surgió por "gusto, por afición al tema", comenta Pablo Rocca. "Y antes que otra cosa, por la necesidad de establecer una mirada que diera un giro a las perspectivas excesivamente centradas en la figura del poeta en su pasaje por el Río de la Plata y, en última instancia, algo desdeñosas de las tensiones y problemas culturales y políticos propios del Río de la Plata o, más específicamente, uruguayos".
"También", añade, "porque la relevancia que adquirió la poesía y el teatro de Lorca en Montevideo fue tal que, como tratamos de demostrarlo, su difusión y apología fue paralela a la que se gestó en España. O aun más intensa".
La relación de Lorca con Uruguay se gestó gracias el cónsul uruguayo Julio José Casal, que en los años veinte publicó en su revista Alfar poemas de Lorca, Salinas, Aleixandre, Alberti y muchos ignorados poetas nuevos.
"José Mora Guarnido", relata Rocca, "uno de los primeros amigos firmes de García Lorca cuando éste llegó a Granada, se había establecido en la capital uruguaya, donde permaneció hasta su muerte. En Montevideo, ya hacia 1924, defendía y promovía a su amigo con sincera admiración y excelente oído crítico en las publicaciones periódicas de mayor difusión entre las minorías del campo literario local".
Federico García Lorca tuvo un gran impacto con su presencia en la capital uruguaya. Rocca señala: "No hubo una sola repercusión, sino muchas. Varios capítulos del volumen se encargan de documentar lo que se podría resumir así: por un lado, las coincidencias y los contrastes en los círculos intelectuales, especialmente entre los escritores, desde los ya consagrados (caso de Juana de Ibarbourou o aun de Carlos Reyles) hasta los que se atrevieron a acercársele por vínculos amistosos previos o contactos fluidos (Emilio Oribe, Alfredo Mario Ferreiro o el fundamental Enrique Amorim). Por otro, los círculos sociales más encumbrados y aun los gubernamentales lo agasajaron".
"Según Amorim", añade el investigador, el público popular lo reconocía en la calle dada la enorme cobertura de prensa que insistía en publicar su imagen, como también se documenta en este libro por primera vez, en la mayoría de los casos." Hay también otra razón: "La extrema relevancia del teatro de Lorca, que no cesó de representarse hasta hoy por un número abrumador de compañías oficiales y privadas.
En la portada del libro, se dice que "nuevas y reveladoras informaciones desconocidas sobre Federico". Pablo Rocca quiere adelantar una de ellas. "García Lorca, sin quererlo, entró en los enfrentamientos de la colectividad española en Uruguay, entonces numerosísima. El embajador de España, que era el intelectual don Enrique Díez-Canedo, viejo amigo de la familia del poeta, le reclamó su presencia en Montevideo para contrarrestar, quizá, las duras críticas de que era objeto por parte de algunos sectores políticos, en el caldeado clima que la República Española de 1934 reproducía, a su manera, en otros territorios."
"Las consecuencias de este apoyo de Lorca a Díez-Canedo fueron feroces y críticas a su persona y sus posiciones políticas desde el campo anarquista-socialista de los españoles-uruguayos", explica Rocca. Hasta el punto en que un cronista lo definió como "seductor de señoritas".
Pese a todo ello, "García Lorca estaba en una etapa creativa en que el vínculo entre el signo (la escritura) y el referente (el mundo concreto) se diluía". "En lo que respecta a su prestigio", añade Rocca, "su conocimiento aun fuera de las limitadas fronteras de un país pequeño pero que, entonces, tenía cierta fuerza de promoción, sin dudas que el pasaje por el Río de la Plata (más por Argentina que por Uruguay, es claro), fue decisivo para afirmar la imagen de Lorca como poeta, dramaturgo y conferenciante".
En Uruguay, Lorca habló largo y tendido de un nuevo libro suyo de poemas que estaba escribiendo y que resultaría ser Poeta en Nueva York, una obra entonces desconocida. Y fue precisamente en Uruguay donde muchos comenzaron a hablar del libro lorquiano.
"Quien hace referencia a esa larga conversación fue el poeta Alfredo Mario Ferreiro, locuaz él mismo, dueño de una escritura caudalosa y proverbial", señala Pablo Rocca. "Pero se limita a su testimonio último sobre Lorca, aparecido en 1945. Nada más se sabe por boca de otros".
¿Cuál es el impacto que Federico García Lorca y su obra tienen hoy en Uruguay? ¿Influye en los autores y poetas de Montevideo? "Quizás la palabra 'impacto' no se adecue a la influencia de la obra y la figura de Lorca en el Uruguay del siglo XXI", comenta por su lado el otro autor del libro, Eduardo Roland. "Impacto causaron sin duda tanto su poesía como su teatro en el ambiente artístico e intelectual del Uruguay de los años 30 que tuvo la dicha de conocerlo en persona. A partir de allí, y por algunos años más, sus creaciones realmente subyugaron a las mentes más abiertas y sensibles. En la actualidad, la figura de Federico se mantiene muy viva en la memoria cultural uruguaya a la vez que moderadamente va captando la atención de las nuevas generaciones de lectores. Esa presencia se plasma de múltiples maneras, desde la figuración de parte de su obra en los programas de literatura de enseñanza secundaria hasta en la actual edificación de un gran centro cultural en el barrio Pocitos de Montevideo, que llevará su nombre y en parte estará dedicado a difundir su legado artístico".
"Pero si en una zona la memoria de Lorca se mantiene siempre viva es en el mundo del teatro", agrega. "En gran parte por la incidencia que tuvo Margarita Xirgu en varias generaciones de actores, dramaturgos y público. Recordemos que 'la actriz de Lorca' eligió Uruguay como destino definitivo para vivir y desarrollar su profesión. No hay temporada teatral en que no se ponga en escena una pieza lorquiana. Por otra parte, parece evidente a estas alturas que a ningún poeta se le va a ocurrir imitar a Lorca, cosa que sí sucedió 'masivamente' en las décadas del 30 y 40".
Una de las personas que más vinculadas estuvieron a García Lorca en España fue el pintor uruguayo Rafael Barradas, que vivió en Barcelona y Madrid y que mantuvo muchos contactos con el poeta. Barradas murió de tuberculosis y, en Uruguay, Lorca quiso ir a visitar su tumba y rendirle homenaje.
"La influencia de Barradas en Lorca no es algo sencillo de observar", dice Roland. "Tal vez no pueda hablarse de "influencia" como sí ejerció Barradas con claridad sobre la formación del mítico Alberto, el escultor toledano también amigo de Lorca".
"En todo caso", añade, "es seguro que Lorca sintió una marcada admiración por el pintor uruguayo, a quien trató con asiduidad en los cafés madrileños, en la Residencia de Estudiantes e incluso en el marco de reiteradas colaboraciones artísticas concretas".
"El talento innato", continúa Roland, "sumado a la actitud de constante búsqueda estética genuina de aquel artista que había tenido contacto directo con el futurismo italiano años de llegar a Madrid, fue un elemento que ejerció sobre Lorca una potente atracción. Otro factor que estoy seguro incidió (y hay pruebas de ello) es el hecho de que sintiendo a Barradas como un hermano artístico y deseando lo mejor para él, Lorca sufrió al constatar la pobreza material en que el pintor vivió su corta existencia".
"El contraste, por ejemplo", dice Eduardo Roland, entre la vida de Dalí y Barradas era ostensible. Ese tipo de cosas no pasaban desapercibidas a esa sensibilidad lorquiana tan propensa a sentir en carne propia la desdicha ajena. Entre las declaraciones iniciales que hizo Lorca en el primer reportaje que le hace un periodista argentino antes de desembarcar en Buenos Aires consta el recuerdo hacia el malogrado amigo: '¿Sabe usted en lo que pensaba en Montevideo [donde el barco que lo traía de Barcelona había realizado una fugaz escala] mientras los fotógrafos me enfocaban y los periodistas me hacían preguntas?... Pues en Barradas, el gran pintor uruguayo a quien uruguayos y españoles hemos dejado morir de hambre…".
¿Y qué es lo que más impactó a Lorca de su estancia en Uruguay? Roland responde: "Lo primero que expresa de manera enfática es la fuerte y grata impresión que le da el encontrarse con una ciudad (Montevideo) que da al mar, quizá por oposición a Buenos Aires que, se desarrolló de espaldas al río (en Buenos Aires tratan al estuario del Plata como río y en Montevideo mayoritariamente como mar). Como se relata en el libro, los anfitriones del poeta lo primero que hacen una vez desembarcado es pasearlo en un automóvil por la rambla costanera que rodea parte importante de la ciudad. Así, el recién llegado se queda pasmado con el paisaje marino que tiene ante su vista".
"En cuanto al resto de los hechos que vivió en esas dos semanas uruguayas", indica Roland, "todo parece indicar que el poeta andaluz confirmó lo experimentado en la capital argentina: la cercanía cultural con sus colegas, la alta valoración de la amistad, la avidez del público por el teatro y la poesía, la mentalidad abierta de los artistas e intelectuales que conoció".
Uno de los misterios de Lorca en Uruguay es sobre si su voz podría haber sido grabada o registrada en alguna entrevista a alguna emisora, como pudo suceder durante su estancia en Argentina. ¿Podría haber testimonios sonoros de Lorca en Uruguay, algo que constituiría un auténtico hallazgo a nivel mundial?
"No existe ningún testimonio ni documento que indique que Lorca haya entrado en el estudio de una radio durante sus días montevideanos", responde tajante Eduardo Roland. "Por lo tanto, la única posibilidad (remota, por no decir imposible) que pudiera encontrarse en Uruguay un registro sonoro con su voz es que alguno de los discos de pasta y/o acetatos en los que fueron registradas las palabras de Lorca en dos emisoras de Buenos Aires (que son un hecho probado) hubiera sido traído por alguien a territorio uruguayo".
"Creo", añade el investigador, "que ya demasiado ha sido el aporte de Enrique Amorim, legando la única filmación que muestra en primer plano a Lorca en movimiento… Pero además, hay un elemento que no podemos pasar por alto, y es que las posibilidades de ese posible hallazgo se han reducido más aún, en el sentido de que ahora todo está condicionado a que el disco encontrado tenga una etiqueta aclaratoria o haya una mención en la grabación de que quien habla es Federico. Porque el paso del tiempo ha hecho que en el presente no haya ningún ser humano que pueda reconocer la voz del poeta".
http://www.granadahoy.com/article/ocio/888501/garcia/lorca/desconocido.html
miércoles, 19 de enero de 2011
"Un abrazo de vuestro hijo, Federico"
Las tarjetas postales cruzadas entre García Lorca, su familia y sus amigos completan el retrato del poeta - Una exposición y un libro sacan a la luz un millar de piezas
ÁNGELES GARCÍA - Madrid - 17/01/2011
"Federico. Te espero cada día. Tenemos que no hablar tanto juntos! Adiós, Dalí". El destinatario del breve y críptico mensaje es Federico García Lorca. El firmante, Salvador Dalí. El texto va escrito en el reverso de una tarjeta en la que se ve un atardecer en las playas de Cadaqués con la iglesia al fondo.
"Federico. Te espero cada día. Tenemos que no hablar tanto juntos! Adiós, Dalí". El destinatario del breve y críptico mensaje es Federico García Lorca. El firmante, Salvador Dalí. El texto va escrito en el reverso de una tarjeta en la que se ve un atardecer en las playas de Cadaqués con la iglesia al fondo. La postal está fechada en abril de 1927.
Sobre una imagen sepia de Pamplona, a finales de agosto de 1933, Federico escribe a su familia: "Queridísimos todos: desde Pamplona, os mando un abrazo. Aquí estamos teniendo un gran éxito. Hoy nos vamos a Jaca, donde estaremos dos días y, después, iremos a Huesca. Ya recibiréis cartas. Paquito, veo que estás haciendo un viaje estupendo. Seguís recibiendo postales de sitios raros. Este año ha sido pródigo en geografía postal. Abrazos y besos a todos de vuestro Federico". Más escueto se muestra Gerardo Diego, quien detrás de una imagen de Gijón dedica a Federico una sola palabra: "¡¡¡Sinvergüenza!!!".
Ahora ya casi nadie envía postales. El correo electrónico y los mensajes de móviles han acabado con ellas. Pero a comienzos del siglo pasado las postales eran la mejor forma de mandar un mensaje corto a conocidos, amigos o familiares.
Federico García Lorca, como la mayor parte de sus contemporáneos, no pudo sustraerse a la fascinación de comprar una postal de los lugares por los que pasaba. En un tiempo en el que aún no existía la televisión y los periódicos solo reproducían ilustraciones, era muy difícil no dejarse llevar por la tentación de compartir con los demás los descubrimientos hechos en pequeños o grandes viajes. El espacio en blanco de la parte posterior permitía dar noticias escuetas o hacer breves comentarios de los más sorprendentes asuntos. Depende del destinatario y grado de confianza.
Un millar de imágenes, escogidas por el fotógrafo Martin Parr entre el ingente material que custodian las fundaciones García Lorca y De los Ríos, se muestra en la exposición Geografía postal, que hoy se abre en Aranjuez, en la sede de la Obra Social de Caja Madrid y que después itinerará por otras ciudades españolas. Son postales escritas, enviadas y recibidas, dibujadas y coleccionadas entre los años 1910 y 1960; unas décadas en las que estas dos familias no dejan pasar casi ni un día sin ponerse una postal. Es un material recogido también en forma de libro (publicado por This Side Up Editorial) que da cuenta de una colección con testimonios inestimables de la obra de Federico, sus amistades, la guerra, el exilio, los viajes y las relaciones fraternales de dos familias que son todo un símbolo para España.
Martin Parr, fotógrafo de la agencia Magnum y gran coleccionista, recuerda que la postal fue uno de los grandes inventos de la comunicación de comienzos del siglo XX. "Elegir una imagen para enviársela a un amigo o a un pariente con un breve texto al dorso, parecía un acto inocente", escribe. "Sin embargo, ambas cosas, la elección y nuestras palabras, acaban por definirnos".
El escritor Enrique Vila-Matas confiesa en el libro que las tarjetas postales son una de sus debilidades. Coleccionista entregado, considera que son un "fichero mental" del que emergen arquetipos o fantasmas milenarios y que puede ser considerado un museo de la huella humana.
En el caso de Federico García Lorca y su entorno, la huella da cuenta de sus relaciones, vivencias y descubrimientos. Escoger entre tanto material es difícil. Martin Parr reconoce que esta maravillosa colección de postales ha sido una tarea complicada y "estimulante". Además de las divertidas tarjetas que se intercambian Lorca, Salvador y Ana María Dalí en un tono descarado y provocador, hay muchas tarjetas que dan cuenta de las preocupaciones domésticas de la familia. Para el comisario, lo mejor de la exposición es la sucesión de imágenes contenidas en las tarjetas: un avión de la TWA en pleno vuelo, un volcán en erupción o un hotel modernista neoyorquino junto a una iconografía más local, como los coloreados retratos de vírgenes, escenas rurales o plazas castellanas presididas por fuentes de un solo chorro.
Ordenadas cronológicamente, las tarjetas expuestas permiten seguir los movimientos familiares y unos mensajes que, en general, no iban protegidos con sobres. La privacidad era escasa.
Mientras Francisco García Lorca vive en París, envía numerosas postales a su hermano Federico. Con la torre Eiffel al fondo, en abril de 1924 escribe: "Federico: hace días te escribí otra carta que no sé si habrás recibido porque no llevaba franqueo suficiente (han subido). Ahí va esa acusando señales de vida y de salud. El día 2 (mi día) espero carta tuya. ¡Nada! Van tres meses que no tengo de ti la menor noticia. Yo escribo poco, pero tú mucho menos. Si no escribes, no vuelvo a acusar señales ni de vida. Paco". También desde París, el pintor Benjamín Palencia escribe a Federico en 1927. "No te puedes imaginar lo interesante que es esto. He visto mucha pintura moderna y entre todo Picasso, Matisse, Derain y Braque son los que más me han gustado".
Otro pintor, Manuel Ángeles Ortiz, reclama la atención de Federico desde París con un lenguaje que al escritor le incomoda: "Querido Federico: ya veo que tus propósitos de escribirme se desvanecieron al mismo tiempo que yo me desvanecí aunque esto ya lo sospechaba yo y no por eso he de dejar de enviarte mis recuerdos. Aquí he conocido a Bores y a Benjamín Palencia con su primo, esa especie de animal imbécil y de Zoroastro (en cuanto a Kultura) que tiene por primo; este dice ser muy amigo tullo [sic] pero ¿!!!Es posible!!!? Benjamín me parece un tontaina apaciguado, aún no he visto lo que hace, y muy amigo de Juan Ramón Jiménez... ¿Que el escribirte de esta manera te pone muy nervioso? No hagas caso".
El tono de Federico es siempre cariñoso, especialmente con su familia. En una postal de la Feria de Abril sevillana de 1935, les cuenta: "El lunes me iré. Ya he aprovechado ver la feria, que no conocía. Lo he pasado muy bien y Sevilla está hermosísima. Un abrazo de vuestro hijo, Federico".
La correspondencia postal afecta también a los encargos profesionales: Buñuel le reclama participar en sus obras, otros le piden nuevas piezas teatrales o su opinión sobre cualquier acontecimiento político o cotidiano. Es un trasiego de noticias cuyo anverso da cuenta de los cambios más fantásticos ocurridos a principios del siglo pasado.
http://www.elpais.com/articulo/cultura/abrazo/hijo/Federico/elpepicul/20110117elpepicul_1/Tes?print=1
domingo, 9 de enero de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)