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Calurosa acogida a Aynadamar, la ópera que recrea el asesinato de Federico García Lorca en Víznar.http://www.blogger.com/img/blank.gif
26.06.11 - 01:35 -
ANDRÉS MOLINARI | GRANADA.
La noche del 24 de junio de 1927, el teatro Goya -presagio de fusilamientos-, de Barcelona, era testigo del estreno de la Mariana Pineda de García Lorca, por la consagrada actriz Margarita Xirgu, con decorados de Salvador Dalí. Un día después, un 25 de junio, pero del año 2011, otra vez los tres reunidos, esta vez en el Generalife, con decorados de ciprés y de estrellas, de nuevo con una salva de aplausos que no sólo premian el arte derrochado sino también el canto a la libertad y la denuncia de quienes la mancillan. Margarita, Mariana y Federido. Un trébol de feminidades arrancado con furia por la intolerancia y el miedo a la verdad.
La Mariana de Lorca llegó a Granada el 29 de abril de 1929, al escenario de aquel teatro Cervantes, que cayó bajo una piqueta que derribaba teatros, seguramente hermana de los fusiles que acribillaban poetas. Allí estuvo, en primera fila, Manuel de Falla, que hubiese disfrutado anoche con la música de Goliojov, con su aire unas veces melodioso y otras vanguardista, con esa mezcla sutil y contrastante entre sinfonismo y flamenco, con ese ruido oscuro y tenaz, casi mahleriano, que envuelve algunas escenas de grisura y de torpeza. para luego resurgir, nítidamente sudamericano, enroscado en ritmos de la tierra y de la furia, dejando un hálito de nube para que las tres cantantes abran sus gargantas al viento con singular acierto armónico.
Xirgu en Granada
No era la primera vez que Margarita venía a Granada. Siempre le gustó esta ciudad que anoche visitó en sombras junto a Mariana. Obtendría un gran éxito desde el día 13 de febrero de 1915, en el mencionado teatro Cervantes. En aquella ocasión traía nada menos que la Elektra de Hofmannsthal y la Salomé de Wilde. Cómo me recordaba anoche estas heroínas algunas poses de María Hinojosa y de Marina Pardo, diseñadas por Luis de Tavira. Los éxitos de la Xirgu en Granada se repitieron en marzo de 1919 y en febrero de 1921. Luego fue memorable otro mes de junio, el de 1935, cuando Federico y ella se unieron para homenajear a Lope de Vega en el Carlos V. Parece mentira, tan cerca del Generalife, tan escenario ahora de este Festival, que se acaba de colgarse uno de sus mejores baldone.
Pero Margarita no pudo volver a Granada. Incluso murió lejos de España, allá en Montevideo. Y desde allí nos llegaron los últimos ecos de su arte y de su amistad con Federico, reflejada de forma magistral en la baraja de imágenes con las que anoche nos regaló la vida a los que estuvimos en el estreno de Aynadamar.
Un derroche de arte
Osvaldo Golijov y Henry Hwang han creado una obra que aparenta vanguardia, pero que destila clasicismo por muchos de sus poros. Han titulado cada acto como imágenes, como si se tratase de un álbum de amigas, de unas fotografías de documental de guerra, de una almohada agridulce sobre la que aletean los sueños, lo que fue con lo que pudo ser.
Tres imágenes para una noche en aquellos jardines nazaríes también henchidos de sueño y de nostalgia. Noche en la que fue imposible retener la imaginación. Del Generalife a los montes de Víznar, o del Madrid del 14 de abril a La Habana de Federico, todo fue un ir y venir de la loca de la casa, un desasosiego de arte, de sonidos y de muerte. La Sabika fue un almuecín que pregonaba, pronunciaba y cantaba justo lo que la fuente de Aynadamar solo alcanzó a llorar, a expresar en las lágrimas que le dan nombre. Ópera del siglo XXI, pero sin dejar mirar al pretérito, porque toda obra de arte, excepto Altamira, siempre tiene sus fuentes y sus magisterios. Una vedija de Pirandelo cuando Mariana busca a Federico, mucho azoque del barroco cristiano cuando sale en procesión el garrote vil o se celebra la última cena de las tres.
Ainadamar, la fuente que no pudo calmar la sed del poeta aquel agosto sangriento del 36, ahora ha dado nombre y pretexto a una obra de arte grandiosa, una maravilla escénica que quedará grabada en los anales del Festival granadino, una ópera de música atrevida y texto henchido de sugerencias y de evocaciones, que pregonará por el mundo de lo que fueron capaces de hacer unos asesinos de Granada y de cómo han restaurado aquella herida unos genios de la música y del teatro, llegados de todas partes del mundo. Federico, ruiseñor que anida en nuestra remembranza, anoche también prestó su voz, su obra y su figura a los actores, cantantes y bailarines de esta portentosa creación. Ellos supieron qué hacer.
Luego, el poeta se asomó entre los cipreses del Generalife y vio cómo lo recordamos desde Argentina hasta la Sabika, desde La Habana hasta Víznar y, seguramente, sonrió.
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