domingo, 14 de febrero de 2010
El último paseo de Lorca.
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Los trabajos del investigador Gabriel Pozo, plasmados en “Lorca, el último paseo” (editorial Almed), han revelado que los militares que fusilaron al poeta granadino entre Víznar y Alfacar lo “desenterraron” y trasladaron posiblemente a otra fosa común para ocultar pruebas de su muerte. Lo hicieron, según indicó hoy Pozo a Europa Press, después de que el dictador Francisco Franco montara “en cólera” al enterarse del asesinato, “que le echaban en cara los países extranjeros a los que pedía el reconocimiento del régimen”.
Una de las principales aportaciones de Pozo a los múltiples estudios que existen sobre las circunstancias que rodearon la muerte del autor de “Bodas de sangre” es la entrevista que le realizó en 2003 a la actriz Emma Penella, hija de Ramón Ruiz Alonso, diputado que fue de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y considerado el principal responsable de la detención de García Lorca y su fusilamiento. En aquel encuentro Penella, que rompió un silencio que había mantenido durante casi cuarenta años, le contó lo que su padre le había confesado unos años antes de morir, ya fallecido Franco.
“Cuando al poco de acabar la guerra empezaron las quejas por lo que había ocurrido a García Lorca, especialmente desde el extranjero, este asunto irritó a Franco. El caudillo quiso saber lo que había pasado y llamó a mi padre. Alguien hizo desaparecer todos los papeles. Mi padre fue una tumba, que nunca habló de lo ocurrido. Es muy posible que la policía lo tuviera controlado, quizás tuvo miedo a que le hicieran algo si hablaba”, explicó entonces la actriz al investigador, tal y como adelanta hoy el diario “El país”.
En opinión de Pozo, otra de las novedades que sus investigaciones, de más de 20 años, han desvelado es que la detención de Lorca no era el primer objetivo de los sublevados, sino que éste era el salvoconducto para localizar a Fernando de los Ríos, que había sido ministro en la República.
“Al principio de la guerra parece que todo estaba muy confuso, cada uno campaba a sus anchas tomándose la justicia por su mano. En cambio, Queipo de Llano sí estuvo al corriente de lo que pasaba con Lorca, llamó a Granada, porque antes lo habían llamado desde el Gobierno Civil para consultarle; ordenó que dieran un gran susto a García Lorca para que confesara todo lo que sabía de Fernando de los Ríos y que firmara una denuncia contra él. Que le dieran una especie de escarmiento fue exactamente como lo definió mi padre, pero no que lo mataran, porque a ellos Lorca no les parecía nada peligroso, sino un niño mimado un tanto amanerado. Ellos iban buscando al pez gordo que era Fernando de los Ríos”, relató la actriz.
Pozo, que recoge en su libro la entrevista íntegra a Penella – que le hizo prometer que no publicaría nada hasta que ella falleciera – explicó además cómo se enteró Ruiz Alonso de que Lorca se encontraba refugiado en la casa de los Rosales, según apuntó su hija. Fue en un desfile de falangistas en Víznar, adonde su padre, entonces redactor del periódico ‘Ideal’, había acudido para cubrir el evento.
“El día de antes de lo de García Lorca, en el desfile de falangistas, el mayor de los Rosales le comentó a mi padre que no estaba de acuerdo con que García Lorca, el ahijado de Fernando de los Ríos, estuviera de invitado en su casa y que él procuraba no ir mucho por no verlo porque quería que se fuera. Mi padre lo comentó con los jefes de la CEDA y los compañeros que habían sido diputados hasta entonces, que formaban el grupo de apoyo al gobernador civil. Solían reunirse en el propio Gobierno o en la casa de Ideal, que por entonces tenían alquilada frente al Gobierno. Pero fue el gobernador civil el que dijo, “está bien, vamos a darle un escarmiento al niño mimado de Fernando de los Ríos, pero tenéis que traerme una denuncia en toda regla’. Y así fue como se gestó todo. La gente de la CEDA es la que escribió la denuncia, mi padre se sentó en su máquina del Ideal y la llevaron al gobernador”, manifestó Penella, que precisa además que en el documento se hizo constar que el poeta era el secretario de Fernando de los Ríos y “muy rojo”.
Fue en ese momento cuando empezó la tragedia, que concluyó en la ocultación de pruebas por parte de los militares, según Pozo, que sostiene que las excavaciones que se están practicando actualmente en el Parque Federico García Lorca de Alfacar no obtendrán resultados. “Cuando Franco empieza a pedir una investigación por las críticas de la prensa extranjera y le empiezan a echar en cara que hubiera matado al poeta es cuando lo desentierran. A Federico lo perdieron, lo metieron en otras fosas o lo llevaron a otro lugar“, mantuvo el estudioso.
En ese sentido, Pozo considera que el supuesto enterrador de García Lorca, Manuel Castilla, “El comunista”, que llevó a los investigadores Agustín Penón e Ian Gibson a aquella zona en la que hoy se ubica el monolito, no conocía el lugar del enterramiento y que sólo lo marcó “porque tenía miedo y dijo el primer sitio que se le ocurrió”, tal y como luego confesó. “Martínez Bueso, uno de los guardias de asalto y hombre de confianza del Capitán Nestares presenció la ejecución. Describió a su mando que habían sido enterrados en fosas individuales en el campo de instrucción y que Federico era el segundo por la izquierda”, campo de instrucción que se situaba El Caracolar, a pocos metros de donde se empezó a construir un campo de fútbol.
Pozo añade además en su obra, de próxima difusión, una serie de documentos gráficos, entre los que se incluye una fotografía “desconocida para el gran público”, en la que aparecen en Las Colonias, la finca en la que Lorca pasó sus últimas horas, los enterradores del barranco de Víznar, entre ellos Castilla, que tiene en su regazo a una niña.
Ficha del Libro: Editorial Almed.
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