martes, 1 de febrero de 2011

El laboratorio de las vanguardias cumple 100 años

http://www.ideal.es/granada/v/20100816/cultura/laboratorio-vanguardias-cumple-anos-20100816.html
La Residencia de Estudiantes, baluarte del progreso educativo y cultural, llega al centenario con las miras puestas en el exterior
16.08.10 - 01:57 -
EDUARDO LAPORTE | MADRID.

En 1930, Luis Buñuel estrenaba en París 'La edad de oro', una corrosiva película que permaneció tan sólo seis días en cartel, con lleno de público. Fue retirada por presiones de grupos de extrema derecha que, escandalizados, destrozaron la sala durante una de las proyecciones. Fue una de las obras con las que este aragonés, ilustre huésped de la madrileña Residencia de Estudiantes, grabaría su nombre en la historia del cine. No sabía entonces que estaba contribuyendo al desarrollo de la particular edad de oro de ese centro creado por la Junta de Ampliación de Estudios, que nació a su vez como emanación de la Institución Libre de Enseñanza.
La Residencia, inaugurada el 1 de octubre de 1910 en sus instalaciones provisionales de la calle Fortuny, sería testigo y motor de un periodo de florecimiento en las artes que se ha conocido como la Edad de Plata y que el catedrático de Literatura José-Carlos Mainer ubica entre los años 1902 y 1939. Una Edad de Plata que sería de oro para la Residencia de Estudiantes, que recogió en aquel periodo los frutos de tres generaciones: la del 98, la del 14 y, especialmente, la del 27. Nombres como el de Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Emilio Prados, Rafael Alberti o José Moreno Villa (que vivió allí veinte años) quizá no significarían nada, sin la existencia de esa institución, que actuó como un auténtico laboratorio de las incipientes Vanguardias.
Con cien años, los mismos que cumple la Gran Vía de la capital de España, la 'Colina de los Chopos', como la bautizó Juan Ramón Jiménez, afronta la efemérides con la vista puesta en aquellos años florecientes, pero sin dejar de mirar hacia adelante. «No evitamos la prospectiva de futuro, no va a ser sólo un recordatorio del pasado», remarca Alicia Gómez-Navarro, directora del centro cultural. Uno de los propósitos para ese futuro es el de abrirse al exterior y colaborar con otras entidades como el Instituto Cervantes o el Colegio de México, con el que ya existe una estrecha relación. Con la programación sin cerrar del todo, se pretende reeditar el facsímil de la revista 'Residencia', que incluye conferencias de aquellas personalidades de primera fila que visitaron por entonces el 23 de la calle Pinar: Madame Curie, Einstein, Marinetti, Ravel, Blaise Cendrars, Chesterton, Bernard Shaw, H. G. Wells o Paul Valéry. También continuará la labor editorial, con los epistolarios de Juan Ramón y distintos audiolibros, y se programarán exposiciones relacionadas con los años fecundos de 'la Resi'. Una de ellas recreará la visita que hizo Le Corbusier a Madrid en 1928, y en la que ofreció dos conferencias en la Residencia que entonces dirigía con total dedicación Alberto Jiménez Fraud.
Cien años en los que este emblemático lugar ha pasado de creer en una «futura misión espiritual de España», como dijo el citado Jiménez Fraud, para convertirse, con el nuevo equipo que entró en 1986, en un centro que acoge a 23 becarios, en estancias cortas, y que organiza distintas actividades culturales. Cien años de vida de los que 26 fueron especialmente prodigiosos y que contribuyeron, como señala su actual directora, a la construcción europea. No en vano la UE les distinguió hace tres años el sello de Patrimonio Europeo, honor que comparten en España con el Monasterio de Yuste o el Archivo de la Corona de Aragón, y con la Abadía de Cluny o la Acrópolis de Atenas, fuera de nuestras fronteras.
Proyecto ambicioso
La Residencia de Estudiantes no se puede entender como un ente aislado, sino como parte de un proyecto educativo que buscaba la modernización sociocultural de España, del que este edificio era la punta de lanza. «La Residencia pretendía ser un proyecto piloto, un nuevo modelo educativo, universitario, a la manera de los 'colleges' de Oxford y Cambridge, y la idea era exportarlo a otras universidades», explica la actual directora, Alicia Gómez-Navarro. De parecida manera se expresa Álvaro Ribagorda, historiador de la Universidad Complutense y autor de una tesis doctoral sobre la Residencia. «Todo emana de la Junta para la Ampliación de Estudios, que es un macroorganismo para el desarrollo de la ciencia en España en el que la Residencia de Estudiantes no es sólo un colegio universitario, sino su escaparate más visible, al tener una mayor repercusión social que los laboratorios científicos», señala.
La Junta para la Ampliación de Estudios, hoy Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), heredera de la Institución Libre de Enseñanza, aglutinó en torno a ella espacios para la investigación como el Centro de Estudios Históricos o el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, en el que los pensionados iban y venían del extranjero como en los centros más punteros del resto de Europa. «Supuso la modernización de la ciencia hasta niveles insospechados, hasta que llegó el colapso de la guerra», asegura Gómez-Navarro.
Porque aquellos años promisorios iban a resultar, a la postre, efímeros, y todo el trabajo realizado, las bases sentadas en aquel proyecto de modernización, se derrumbarían con la llegada del franquismo. «Aquí no quedó ningún papel, no quedó nada, el edificio quedó totalmente devastado», se lamenta Gómez-Navarro. No obstante, no se produjo una liquidación física de las instalaciones que componían la Junta para la Ampliación de Estudios, sino que se reconvirtieron en el CSIC, una institución que, según el autor de la tesis sobre la Residencia, Ribagorda, se empleó durante el franquismo como plataforma ideológica y de adoctrinamiento. «Franco destruyó por completo la Residencia de Estudiantes, pero fue una jugada hábil, porque lo que hicieron fue suplantarla; después se difundieron una serie de calumnias sobre lo que había sido la Residencia y la Junta para la Ampliación de Estudios», sostiene Ribagorda.
La ciencia debería empezar de cero a partir de 1940, como comenta la directora actual del centro, ya que gran parte de los científicos se exiliaron, cuando no fueron depurados de sus puestos y sus cátedras. «Para todo el país fue una gran ruptura, pero para la ciencia, y esto es quizás menos conocido, fue brutal».
Encarna ese desolador mapa de posguerra, que recuerda al protagonista de 'Tiempo de silencio', impedido para la investigación científica por la falta de recursos, el primer director de la Residencia, Alberto Jiménez Fraud. Imbuido del espíritu reformista de Francisco Giner de los Ríos, Jiménez Fraud se entregó en cuerpo y alma a este proyecto educativo, pero no pudo ver culminada, ni mucho menos, la que fue la obra de toda su vida. «Salió de España habiéndolo perdido todo», dice Álvaro Ribagorda. Según el experto, Jiménez Fraud quedó a partir de entonces como una «figura marginal» al que invitaron las universidades de Oxford y Cambridge a dar clases y conferencias, pero cuya trayectoria quedó más que truncada. Murió en Ginebra el 23 de abril de 1964. Para recuperar el legado de la primera época de la Residencia, que es uno de los objetivos que se ensalzan en este centenario, se creó el Centro de Documentación, con especial incidencia en la Edad de Plata de la cultura española contemporánea.
Magma creativo
La vertiente científica de la Residencia, con su equipamiento de laboratorios como aporte a la escasez imperante en muchas de las facultades, tuvo, sin embargo, menos repercusión que la artística o cultural. Porque en esa 'Colina de los Chopos' coincidieron personalidades que, de un modo simbiótico, llegarían a convertirse en los artistas españoles más reputados del siglo XX. Luis Buñuel en 1917, Lorca en 1919 y Dalí en 1921 fueron los creadores más destacados y fecundos que ingresaron en aquella Residencia rodeada entonces por una enorme extensión de campos de trigo, al norte de Madrid.
Pese a la fama de lugar selecto y poco menos que elitista, las habitaciones de 'la Resi' acogían sobre todo a hijos de familias de clase media. Lo recordaba Pepín Bello, testigo de excepción de aquel magma creativo, en 'Conversaciones con Pepín Bello'. «No eran hijos de gente rica, como mucha gente cree. Lo que había era mucho orden, mucha limpieza, mucha disciplina, mucha educación pero no era un lugar caro en absoluto. Estaba subvencionado por el Estado. Era público», matizaba el longevo Bello un año antes de su muerte, en 2007. ¿Cómo era aquella Residencia?, le preguntan a este conocido «artista sin obra», en definición de Enrique Vila-Matas. «Se caracterizaba por el buen gusto, la libertad absoluta, el buen tono y la sencillez extrema, heredada de la Institución Libre de Enseñanza». Unas condiciones para el desarrollo de los diversos talentos que sus residentes demostraron eficaces con su legado posterior, ya inmortal. El poeta José Moreno Villa cogió tanto gusto a esa interinidad que permaneció durante veinte años, hasta que no tuvo más remedio que abandonar la Residencia, en noviembre de 1936. Ponía fin, con su salida, a toda una época: «Yo trabajé hasta el último momento, mientras encima de mi cuarto luchaban los aviones defensores de Madrid contra alemanes e italianos».

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