(HABLA LORCA)
Cuando muramos
nos llevaremos
una serie de vistas
del cielo.
(Cielos de amanecer
y cielos nocturnos.)
Aunque me han dicho
que muertos
no se tiene
más recuerdo
que el de un cielo de Estío,
un cielo negro
estremecido
por el viento.
(HABLA LA LUNA)
Se escuchan los gemidos de las parturientas y el llanto inaugural de las criaturas que esta madrugada están encontrándose con el mundo. Muchas vidas comienzan esta noche.
Nadie puede predecir su porvenir, ni los sueños que guiarán sus actos, ni las aventuras o fracasos que les aguardan.
Nada está decidido, todo está por realizar: sus juegos, sus palabras, sus amores, sus compañeros, sus viajes, su muerte.
Los supersticiosos creen que mi presencia influirá en las vidas de esos niños que nacerán esta noche. Desconocen cómo se construye una vida, qué deseos o azares la gobiernan. Miran el cielo como quien lee la sentencia de un juez. No entienden que de poco les sirve mirar las estrellas si no han aprendido antes a mirar al hombre.
Yo sólo soy un testigo. Miro y me miran mientras vagabundeo alrededor de la tierra.
Uno de los muchos niños que esta noche, 5 de Junio de 1898, abrirá sus ojos se va a llamar Federico García Lorca.
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